miércoles, 31 de julio de 2013

La oscilación del péndulo

El péndulo oscila predecible mostrando sus frutos: una bufanda roja que ya pesa demasiado, un ojo arrancado de su órbita, el pelo ralo y encanecido, una pierna desprendida del cuerpo que deja fluir la vitalidad de relleno... poco importa si viene o si se va -su rasgo efímero es otra cárcel, otra imposición insoslayable- y ni siquiera sabemos si importa... sólo vemos sus efectos. La gravedad que se acentúa, la entropía que aumenta, el color que se decolora, los huesos que se desgranan en un polvo tan leve que se confunde con el mero polvo que todo lo cubre.
Hace falta tiempo. Sobra el tiempo. Reina el tiempo. La muerte construida de tiempo, la música, la prosa, la pizza que se dora en el horno, la cremación de un cuerpo. Tiempo. El choque espectacular de dos galaxias. El instante del accidente...
El tiempo es; y lo demás, tan sólo una observación en la margen del río.


domingo, 21 de julio de 2013

Perrito en recital - Los enviados del símbolo


Sandalias, ojotas y zapatillas: sin duda es verano…. La cuerdita azul del perro está tensionada al lado del hilo de luz que esta misma generó, como si fuera un rayo o una antena que sale de su oreja. Su mirada está extraviada como él y si uno se lo imagina en un recital de rock en verano comprende bien su situación desesperada y la tensión de la cuerdita. El pobre está enlazado en las piernas de su dueño, quien tiene tatuada la estrella demoníaca. 


Llegaron desde el cielo. Bajaron de sus naves gigantescas con sus trajes amarillos y sus rostros transparentes sólo para danzar unas horas en Avenida de Mayo, en el marco de la "Fiesta del Visitante Extraterrestre".
No dieron notas ni reportajes, no conocimos sus mujeres ni logramos adivinar la distancia que nos separa de su sistema estelar, si es que tienen uno. No nos dirigieron la palabra, aunque permitieron que los fotografiáramos -inútilmente, ya que no se ven-. Bailaron horas al ritmo de tambores de diseños extraños y parches vibrantes de pieles extrañas. Bebieron chicha en gran cantidad. Algunos, sólo unos pocos, vomitaron en la calle.
Dejaron a su paso una fosforescencia azul que el sol del día siguiente se encargó de disipar.
La falta absoluta de datos hizo que los llamáramos "Los enviados del símbolo". A veces dudamos de su visita.