domingo, 29 de junio de 2014

La interrupción

 Uno acechó desde arriba del muro chicoteando su cola y el otro hundió su hocico en el pasto con sus orejas alertas. Bajo la noche los ojos del primero brillaron de manera exagerada mientras que el segundo iluminado por un cielo aborregado dio vuelta su cabeza ante la vista de un extraño. Los dos animales estuvieron en guardia durante ese instante interminable en que vibró el suelo producto de los pasos humanos. Luego continuaron su vivir sin contradicción.


Los que vigilan en las sombras



Los chicos no. Vigilamos, estamos detrás de ellos... con los chicos, no.
Mientras tanto se han colado unas cuantas bombas atómicas... dos han detonado, dicen.
El pikadón fue sexo, un miembro descomunal penetrándolo todo a un millón de grados de temperatura.
Pero no son ellos, los niños no. Nunca con los chicos.
Los pesticidas navegan los ríos hasta llegar a la canilla de la cocina... ruido, cemento, asma, microondas, cáncer, idiotez mental; el sol oscila con una vibración de fondo que es claramente malsana.
Nosotros despejaremos la tierra para ellos.
Tenemos armas, tenemos fuego y toneladas de culpa que arrojaremos como dardos. Tenemos un dios y un antidios, y tenemos el fútbol.
Navegamos por el espacio-tiempo cargando a nuestros niños rumbo a la total disolución... no quisiéramos, no quisiéramos...